Microrrelatos/cuentos breves del Dragón Chang
Por: Alex J. Chang (Perú, 1996)
La historia sin fin de un tal Don Quijote
En un lugar de la Mancha, un fabulador sigue escribiendo la parodia de una parodia de un caballero enloquecido que pelea contra Molinos de Viento, pero al chocarse con la realidad despierta de su febril pesadilla para seguir escribiendo esta historia sin fin.
Dulcinea
En un remoto paraje, encerrado en su cuartel, un tal Jorge Luis Borges escribe el sueño de sus sueños que guardaba la llave al universo del universo de un tal Don Quijote que sueña con Dulcinea, una dama de carne y hueso que niega su existencia.
La novela póstuma de un tal Mario Vargas Llosa
En un universo paralelo, un tal Mario Vargas Llosa, un autor apenas conocido, y que jamás recibió el Premio Nobel de Literatura, se convierte, después de años de fenecido, en un novelista de culto en el Perú. Mucho antes de fallecer, se había sentido intrigado por encontrar cartas, diarios, informes y otros documentos del mismo Roger Casement. Aunque el narrador de esta ficción viene ser un joven periodista admirador de la obra de Vargas Llosa quien tuvo el privilegio de recibir de manos del mismo autor de La fiesta del Chivo. Esta era una novela inédita que nunca pudo publicar y que este joven diletante de la buena literatura se encargaría de publicar bajo mi firma. Y qué más da, pues, al final esta obra era mía y solamente mía y de nadie más. Esta es la historia de la historia de una ficción hurtada por el admirador más fiel de un tal Vargas Llosa.
Sueño cumplido de un dulce octogenario
Con mis manos temblorosas, una sordera
leve y unos pasos lentos guían mi camino. Un día me graduó y cumplo mis sueños
de ser…
Un héroe caído
Una sonrisa que se apaga. Una neblina que cubre
mis ojos. Una depresión que golpea mi sensible corazón. ¿Por qué me tocó vivir esta
vida?
El bibliotecario mendigo del siglo XXI
Sentado en mi escritorio frente a mi laptop, escribo las
primeras líneas de mi siguiente libro. Desde aquel encierro obligatorio, soy
forzado a enjaular mi espíritu entre cuatro paredes, y así llevamos varios
años. Un bicho llamado coronavirus sigue golpeando nuestra frágil humanidad.
Metido en mis quehaceres literarios/intelectuales, sigo
hipnotizado por el golpeteo acompasado de mis dedos sobre el teclado. En mis
ratos de ocio cojo algún libro de mi biblioteca. Al suspirar entre las dulces
páginas digo como hace algunos días, cuando recibí en mi morada a un amigo
intelectual que no había visto hace años: “Que delicia y placer más hondo es
tocar, oler y sostener un libro”.
Despierto de mi lectura...despierto de mi letargo, me veo
ahora en una cama, y a mi diestra un
monitor que lee mis signos vitales. Por ello maldigo al indolente que me
visitó.
En la cola
En una mañana nublada, triste y apacible sigo mis instintos de supervivencia. Corro desesperado por el tiempo que me falta. Sigo mi camino, ese camino largo que aún me falta. Una lluvia torrencial comienza antes de llegar a una cola inmensa de muchedumbre esperando por entrar a comprar en el mercado.
Jugando con el duende
Es
raro, me levanté muy temprano. Eran las 4 de la mañana. Regularmente me levanto
a las 10, a veces a las 11; al parecer por un presentimiento. Es como si mi
corazón atravesara mi pecho.
Mis
hijos estaban echados, muy felices con sus osos de felpa. Mi esposa dormía
serena con su almohada; sus rosas de ensueño sabor a caramelo endulzaban su
reposo profundo. Unos pasos se escucharon por la cocina. Tal vez mi hijo Santos
fue a tomar un vaso de leche.
A
los minutos escucho ruidos silbantes y torturantes para mis oídos como si
fueran golpes de martillos en mi cabeza. Temeroso, me acerco a la cocina; con
mi estrepitoso cuerpo temblante y miedoso. Al pisar la cocina; un ser mítico
cuyo rostro de nariz respingada, ojos achinados, boca ancha y bigotes largos
ondulados en punta, un cuerpo delgado, aspecto de niño, calzaba zapatos de
charol, medias largas y una casaca verde. Este ser de cuerpo y halo verde que
flameaba fuego en todo su cuerpo. Estaba volviéndome loco. Se acercó
agresivamente a mi rostro y me dijo:
-Eres
víctima de mis deseos. Bienvenido a tus peores miedos. Tus deseos más ruines dan
vida a este mágico ser. Muchos me llaman el duende mágico. Te gustaría jugar
conmigo. Atónito Yo respondo: No existes para mí, no eres real. No puedo jugar
contigo. Vete hijo del diablo.
-Bienvenido
al juego. Cuidado con las reglas y las trampas soy un duende repugnante. Nadie
puede escapar de este juego. ¡Jajajajajajaaaaaaa…!
Terminado
esta conversación. Emprendo mi camino al plan que en mi cabeza construía. Ese
plan consiste en sobornar a este duende hasta conseguir matarlo.
Seguí
los juegos del duende. Y en eso le ofrezco algunas joyas. Sorprendido acepta mi
oferta. A cambio; me ofrece ser mi sirviente. Todos los días me limpiaba la
casa, cocinaba, realizaba lavados; entre otras actividades caseras. Era
divertido tenerlo como un esclavo dentro de casa. Y lo bueno que nadie sabía de
su existencia, más que Yo.
Aburrido
de tener un esclavo, mi retorcida mente ejecuta otra idea. En la noche que
servía los tragos y preparaba la cena; en ese momento preparo una bolsa, un
cuchillo, agua caliente y unas medias sudadas. Todo esto lo utilizaría para
atrapar al duende. Para ello necesitaba distraer al duende y capturarlo a
espaldas.
Muy
hábil este duende, descubre y esquiva mis intenciones; golpea mis piernas y me
escupe una saliva directo a mi rostro. Luego me maldice diciendo: “Eres maldito
por siempre”, “Te serviré de por vida”, “Nunca moriré”.
Pasaron
muchos años de ese incidente. La fortuna y la fama llego a mi vida. Nunca creí
que mi vida mejoraría después de tratar de aniquilar al duende y que se
escapará. Al parecer la maldición desapareció. Tal vez fue una mentira. Un
susto de mal gusto. Es como una pistola sin balas, para burlar el acto del
disparo. La avaricia pudre mis más limpios sentimientos. Olvido a mi familia,
amigos y mi alma transparente. La codicia de tener más dinero, fama y poder me
lleva a un abismo sin salida.
A
los pocos años postulo a la presidencia del Perú, con una campaña
multimillonaria financiada por muchas empresas que poyaron mi campaña sucia. A
los dos meses soy elegido presidente de la república. Es chistoso burlarse de
millones de peruanos. Ya en este cargo me llueven muchos negocios ilícitos,
coimas y más “cariños” de los empresarios. Sin notarlo he visto la presencia
del duende en una forma escondida: la avaricia.
Todas
mis fechorías fueron descubiertas. La justicia me investiga luego soy
sentenciado culpable y llevado a la cárcel. En mi fétido habitad; escucho voces
que torturan mi mente. Todos en la cárcel me tildan de loco. Pues nadie escucha
nada. Nadie ve a los duendes.
Tras
tres meses de encerrado en la cárcel ocurre un incendio. Al parecer explotó la
cocina del comedor. Sospechoso, pues yo había visto a estos duendes correr por
la cocina. Nadie me tomaba en cuenta. Término calcinado y mis cenizas sopladas
por el viento. Muchos testigos murmuran más no afirman nada por miedo a las
represalias. Es posible que escucharan las voces. Tal vez por pavor nunca
dijeron nada mis colegas en la cárcel.
*Cuento publicado en la Revista Ecuatoriana Máquina Combinatoria
La Maldición del Dedo Medio
Me encontraba descansando plácidamente después de un día
agotador. Luego escuche unos pasos agigantados por mi cuarto. Eran las once de
la noche. Percibí que una mujer lloraba desconsoladamente. De inmediato sentí
el frío traspasar las paredes y penetrar en mi piel. Empecé a sudar como si
estuviera en una playa bajo un sol intenso y sin sombra. Los pasos seguían escuchándose
dentro de la habitación cada vez más cercano a mí y entre tantos ruidos se
observa una silueta parecida a un gusano o tal vez…no lo sé aún.
***
El tiempo paso rápidamente; el día por fin llego; mi
fantasía se hizo realidad. Lo había soñado. Un viaje promocional turístico con
destino a la selva peruana, una región de enorme biodiversidad de fauna y flora
muy tropical que desde niño deseaba conocer esos bellos paisajes y la
naturaleza; anhelo que despertó en mí. Curiosidad que tuve desde el
conocimiento del lugar y que siempre estaba presente en mi mente. Mi vuelo en
el avión partió a las diez de la mañana, pasando el temporal llegué a la ciudad
de Madre de Dios, con mis maletas, mis gafas oscuras y un corazón emocionado
por una nueva aventura que empieza…
Al llegar a mi destino, sentí mucho calor al recibir los
primeros brillos solares sobre mi cuerpo, que experimentaba las altas
temperaturas climáticas, que, a los pocos minutos de mi llegada, también sentí
un poco de fiebre y sudaba a chorros. Me urgía la necesidad de beber agua y
asearme pues me encontraba transpirado. Era el momento de alquilar una habitación
por estos lares. Antes, realice una pausa: Pienso: voy a caminar y conocer y voy
a tomar algunas fotos en el Parque Nacional del Manú. Así que me fui con
dirección al Manú. Tome un taxi que me llevo a un señor que me podría llevar a
ese ansiado y majestuoso recinto. Antes compre algunas deliciosas y
nutricionales frutas como aguaje, camu camu, acaí, cocona. Todo esto lo lleve
en una bolsa colgado de mi mano y lo consumía en el camino.
Durante mi trajinar aventurero se me presentó un señor de
aspecto trigueño, delgado y con una cara muy demacrada por el paso del tiempo y
el incesante clima de la zona. Me saludo con un lenguaje propio y muy natural
de la selva.
—Un gusto, mi nombre es “Fuan”. En mi bote te llevaré al
Manú. No te preocupes, “Pelacho”.
—Gracias, mi estimado.
Y después de subir al bote de “Fuan”, vi mí en mi reloj
marcar el inicio de un viaje por el río sin retorno donde nos acompañó durante
el día el sol más bello del universo. La noche llego y nos siguió en las horas
más oscuras, pero la estrella Lunar era nuestra Dulcinea. Por ella nos quedamos
hipnotizados durante el viaje.
Misteriosas y majestuosas noches de romance en medio de la naturaleza.
Una bonita experiencia en compañía del brillante satélite lunar. Ya en las
mañanas, al amanecer, sigo con mi vida cotidiana devorando mi bolsa de frutas. Mientras
el señor embarcadero sigue remando muy sereno. Una serenidad envidiable para
ese espantapájaros.
A las tres de la tarde; seguía una aventura que soñaba y
transpiraba sobre mis frágiles poros. Mis huesos temblaban de la emoción de
respirar mi anhelo. Mi corazón era una bomba que estallaría en cualquier
momento. Mi pulso en mis manos se aceleraba en cada paso.
Al llegar a mi destino, me sorprende un día lluvioso,
bandadas de aves volando por los aíres tropicales y un nublado día me recibe.
Un ambiente singular me da la bienvenida a esta travesía que nunca olvidaré.
Por el camino encontré una vasta flora y fauna muy diversa.
Una naturaleza bendecida. Estupefacto y sin palabras quede; con estas
maravillas. Envidia sana sentía por los peruanos, pues en mi patria Japón, es pobre
la biodiversidad y la naturaleza.
Llegó la noche, era hora del descanso y me mude a unas
casas construidas de madera. Los nativos comentaban sobre unos árboles llamados
Palmeras, de los cuales obtienen la madera. De la madera obtenida construyen
sus casas (material más usado para construir las casas en la selva). Una obra
de arte hecho por el nativo que merece más valor en exposiciones y museos. Me
quede un par de noches en esas casas.
Era una noche tan singular y siniestra. Yo, dormía
relajado. Pero luego me despertó unas voces que se escuchaban como murmullos
suaves. No me llamaba mucho la atención. Mi sueño templado como nubes tersas de
flores perfumadas era incesante.
Luego; unos pasos agigantados se escuchaban por mi
cuarto…Los pasos continuaban y se sentían cada vez más cerca. Entre tantos
ruidos se observaba a una silueta rampante, tan extraña y horrenda parecida a
un gusano o tal vez era una pesadilla. Traicionero el tiempo que se detuvo en
mi interior. Un delirio que ahogaba mis peores miedos dentro de mi conciencia
humana. Los escalofríos se hacían presentes en este débil ser vivo. Me sentía
inerte sin poder moverme. Dentro de mi dedo medio sentía mucho dolor. Mucha
picazón que no cesaba. Una enorme hinchazón se apodero del dedo medio. La fiebre
llega a cuarenta grados; sudaba como un cerdo de doscientos kilos. Mi
enfermedad tal vez no tiene cura. Sentía mucha sed. En ese momento solté dos
palabras: “Ayuda…Agua”. En esa casa flotante y lejana no existían hospitales,
doctores ni medicinas.
Ya por la mañana sentía que la fiebre pasaba. Sin embargo,
mi dedo medio cada vez se hinchaba más. Por momentos sentía una punzada muy
penetrante similar a un cuchillo. Los gestos de dolor eran tan insoportables
que me revolcaban mi ser hasta decaer por los suelos. Un gusano tragaba mi
vida, chupaba mi sangre y se desarrollaba sin sospecharlo. Muchos nativos
recomendaban tomar algunas pócimas y hierbas, lavarme en el río entre otras
sugerencias. De vuelta en la noche volvía a padecer los mismos síntomas. Cada
maldito minuto sentía una terrible angustia que torturaba mis sentidos. Una
noche a las 3 de la madrugada sentí desvanecerme. Una hemorragia interna se
producía en mi cuerpo y mi mano desangraba a borbotones litros y litros de
líquido rojo. Una bestia de color verde, patas enormes y asquerosas y de un
solo ojo; un ser repugnante y muy ruidoso sale de mi mano. Abandona mi cuerpo
arrastrándose por toda la habitación. Dejándome inconsciente y a su merced. Un
isóptero que había sido mutado genéticamente me pico en el dedo. Al parecer me
siguió en el viaje al parque del Manu. Este ser aterrador tenía una cabeza
gigantesca y una boca masticadora, alas membranosas y baba viscosa muy fétida.
Medía unos tres metros de longitud. Destrozo la casa en mil pedazos, se ocultó
y nado debajo del río Madre de Dios. Desangrado y débil temía por….En fin, sigo
nadando en el río Madre de Dios. Busco buen recaudo.
Llegando a un bosque cercano, escucho voces y gritos. La
tierra empieza a moverse; se abre en dos. Aparece este abominable ser y traga
mi dedo medio, lo escupe y lo traga de nuevo. Grito de angustia y mucho dolor,
empiezo a llorar y a suplicar. La bestia me tiene a acorralado. Tal vez este
sea mi final. Nunca más volveré a mi tierra querida. Adiós a la vida. Adiós…
Miserable fantasía*
Escribo en esta carta mis ideas. Tal vez termina mi
existencia. Este vacío revuelto de basura sin retorno, pronto desaparecerá.
Susurra el viento sin poder escucharlo. Adiós para siempre.
*Este microrrelato fue un ejercicio para un taller de narrativa que consistía en usar metáforas en una breve ficción inspirado en la canción Don't Stop Me Now de Queen.
El Dragón Chang y yo
A veces creo que es el
otro, el Dragón Chang, quien escribe estas líneas. Siempre encerrado en sus
libros, en sus tontas películas y sus burdas cursilerías. Quizás deba seguirle la corriente.
O quizás deba deshacerme de él.
Comentarios
Publicar un comentario